«El Gobierno del Reino Unido y otros de todo el mundo están cometiendo un error al plantear una disyuntiva entre los resultados académicos y la buena salud mental y el bienestar de los estudiantes. Las buenas escuelas son las que logran combinar ambas cosas». Seldon cree que ante el apremio de los buenos resultados inmediatos la mayoría de los centros se han convertido en «fábricas de examinar». Las clases de felicidad de Wellington se empiezan a impartir a partir de los cinco años.
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